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La defensa del rancio feudalismo de la puta Maritornes


La revista Maritornes cuenta entre sus miembros más destacados a Blas Piñar,
ex compinche del generalísimo Francisco Franco y principal fascista de España en la actualidad

por Gretchen Small

En noviembre de 2001 algunos de los principales ideólogos del proyecto de crear una nueva internacional fascista en Europa y Sudamérica lanzaron una nueva revista semestral en Argentina, para fomentar el reestablecimiento del imperio feudalista de los Habsburgo. La revista, Maritornes: Cuadernos de Hispanidad, la publica la editorial Nueva Hispanidad.

Entre los miembros más destacados de su junta editorial incialmente aparecían Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva de España, y los escritores "tradicionalistas católicos" argentinos Antonio Caponnetto y Rafael Breide Obeid. Este último es hermano de Gustavo Breide, quien encabeza el Partido Popular por la Reconstrucción (PPR) de Argentina, ligado a Blas Piñar y a Forza Nuova de Italia.

Posteriormente se sumaron Alexandra Wilhelmsen, hija y heredera política de Frederick Wilhelmsen, fundador del Christendom College de Virginia, un centro del carlismo y del sinarquismo católico ligado a William Buckley; el ex parlamentario peruano y notorio partidario de Hitler y Mussolini, Fernán Altuve–Febres Lores; el profesor de filosofía política chileno Juan Antonio Widow, quien en su juventud ayudó a fundar la organización falangista chilena, el Movimiento Nacional Sindicalista; y dos italianos de la misma estirpe, el historiador Francesco Maurizio Di Gionvine, de Boloña, y el profesor Giovanni Turco, de Nápoles.

La cruzada autoatribuida de la revista es de carácter político: "Retomar la marcha interrumpida en el corte de la Edad Media, en la desmesura del Renacimiento, en la oscuridad del Iluminismo". El propósito de la hispanidad es revivir a Occidente y su "gloria romana". En el índice de su primer número aparece un artículo ¡sobre la importancia de la monarquía para Argentina actualmente!

El sitio electrónico de la casa editorial Nueva Hispanidad, que ha publicado libros sobre temas que van de las glorias de la Falange Española a las corridas de toros, "al espíritu de la caballería", Lefebvre, y el fascista británico G.K. Chesterton, proclamado "el caballero andante", está adornado con escenas medievales. También puede encontrarse a la venta una colección de cinco discos compactos con música de la Falange Española desde su fundación hasta nuestros días, al igual que otra con himnos y canciones del fascismo italiano.

Las carlistas Juventudes Tradicionalistas de España, cuyas tropas de choque —con boinas rojas y todo— enarbolan la máxima feudal de "tradición, familia y propiedad", copatrocinaron la presentación de la revista en Madrid, en noviembre de 2001. El aspirante carlista al trono español, don Sixto Enrique de Borbón, envió un mensaje de apoyo.

¿Por qué Maritornes?

Quizá el aspecto más revelador del proyecto de promoción de la hispanidad de la revista Maritornes sea la propia elección de su nombre, que es el de la puta asturiana que don Quijote encuentra en la venta que le pareció castillo, en la obra inmortal de Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

Es cierto, admite Caponnetto, que Cervantes caracteriza a Maritornes como una "meretriz", pero la "mirada casta" de don Quijote lleva a su "transfiguración" (sic). Según él, esto sucede cuando Maritornes, quien presumía muy de hidalga, pero que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado, había concertado refocilarse con el arriero en el mismo camaranchón que éste compartía con don Quijote y Sancho Panza. Pero por error se mete a la cama donde está don Quijote en vez de el arriero. Caponnetto cita entonces el libro de Cervantes, donde dice de Maritornes que, "aunque su camisa era de harpillera, a él le pareció ser de finísimo y delgado cedal; traía en las muñecas cuentas de vidrio, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mismo sol oscurecía. . . Él la pintó en su imaginación de la misma traza y modo que lo había leído en sus libros", cita a la que él añade, "y tomándola de las manos la declaró princesa de la hermosura".

Comenta Caponnetto: "meretriz para el arriero y el amo de la venta", pero una " `criatura capaz de dulcísimos y amorísimos coloquios', para el de la triste figura". Como sería de esperarse, el arriero, celoso porque su coima está en brazos de otro, pierde la paciencia y le pega una terrible puñada a don Quijote, quien sale mal herido. En medio de la trifulca, el ventero entra diciendo: "¿Adónde estás puta?" Según Caponnetto, "don Quijote" (sic, en realidad es Sancho quien lo hace) pide vino, y Maritornes se lo trae "de muy buena voluntad y lo pagó de su mesmo dinero: porque en efeto —y aquí Caponnetto cita a Cervantes sin entender la ironía—, se dice della que, aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de cristiana".

Caponnetto después se explaya en términos que harían ruborizar hasta al propio don Quijote: "Maritornes es América. América, la bien donada. La criada devenida en señora, y la venta en castillo, y el cobertizo en almena, y el camastro villano en tálamo sacramental y lícito.

"Y si esta osada analogía tuviera su validez, como creemos, bien podría aplicarse por extensión a todas las tierras sobre las cuales, la Hispanidad sembró sus frutos de redención, y aún a la actual España, tan necesitada ella de abandonar su oficio de fámula para erigirse nuevamente en emperatriz".

Así, Caponnetto y todas las autoproclamadas prostitutas de América que esperan que el hidalgo retome su adarga, y las regrese a las glorias, que nunca existieron, del Imperio Español, tergiversan la ironía de la crítica de Cervantes sobre la locura de esa visión de mundo medieval, para tratar de rescatar su causa perdida. Pero, correrán la misma suerte de Maritornes cuando le pidió a don Quijote rescatar a su amo el ventero, cuando lo golpeaban unos que no querían pagar su hospedaje. Don Quijote le responde que no, pues "no me es lícito poner mano a la espada contra gente escuderíl".

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