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Arte y cultura

Andalucía, puente al Renacimiento europeo


por Muriel Mirak Weissbach

El siguiente trabajo sobre la influencia de la cultura islámica en Europa al inicio del segundo milenio, es un extracto de un trabajo mucho más extenso sobre poesía, cultura y lenguaje que se publicó en la revista en inglés Fidelio. En el actual período de intensificación de los conflictos religiosos, es indispensable una comprensión de esta historia para aquéllos que deseamos evitar un choque de civilizaciones, que podría enterrar por siglos a la civilización en una nueva Era de Tinieblas.

El islam, para la Europa cristiana medieval, no era una fe religiosa abstracta, sino la sangre vital de una cultura vibrante que floreció en suelo europeo, en al-Ándalus, desde la llegada de los árabes a España en 711, hasta su expulsión bajo Fernando e Isabel en 1492. Andalucía, sobre todo del siglo 9 al 13, fue un centro de aprendizaje en una Europa que, en su mayor parte, languidecía en las sombras de la ignorancia y el atraso social y económico. La cultura islámica también prosperó en las populosas metrópolis de Bagdad, Damasco, Samarcanda, Bujará y el Cairo, pero fue la España morisca la que más influenció a Europa.

La forma en que se relacionaría la Europa cristiana con esta cultura relativamente superior, determinaría más tarde el curso de la historia humana. Contrario a los mitos de las Cruzadas, los pocos líderes cristianos cultos de Europa, cuyo papel sería decisivo para los acontecimientos futuros, no respondieron con la intención hostil de suprimir esa cultura. Más bien, enfrentaron el desafío que se les presentaba de forma muy parecida a la que los grandes compositores musicales, como Beethoven o Brahms, encararon el reto de la revolución musical que Haydn y Mozart realizaron: investigaron qué había generado semejante excelencia cultural, y la desarrollaron, en términos específicamente cristianos, como la fuerza motriz para impulsar el Renacimiento. En vez de remachar con terquedad una perspectiva contraria, oponiendo de forma académica la doctrina cristiana al islam, como hicieron sus contrapartes aristotélicas, ellos buscaron e identificaron las características universales subyacentes de ambas tradiciones, y desarrollaron más esos rasgos para reafirmar su enseñanza del cristianismo, a menudo usando motivos islámicos.

La civilización árabe islámica, como se desarrolló en tierra europea en España, proporcionó el impulso para el Renacimiento europeo. No sólo porque transmitió las traducciones árabes de las obras de los griegos y los indios, como suelen afirmar los recuentos históricos, sino también porque erigió una cultura científica, económica y artística de poder inaudito. La cultura de la lengua árabe inspiró el desarrollo, como en un diálogo, de las grandes tradiciones poéticas de Francia, España, Italia y Alemania; todas las lenguas vernáculas ilustres de Europa, precondición para el posterior establecimiento de los Estados nacionales

Al-Ándalus, 'joya del mundo'

A principios del siglo 9, Andalucía se había convertido en una de las maravillas del mundo. Los árabes que llegaron a costas españolas en el año 711 se dieron a la tarea, en el siguiente siglo, de construir una sociedad urbana bajo el modelo de Bagdad, la "ciudad de la paz", que, construida a partir de cero en 762, se convertiría en una próspero centro industrial, agrícola, comercial, científico y artístico, cuya influencia se extendería hacia el este, hasta la India y China.

Bajo Abd al-Rahmán II (822–852), Andalucía creció hasta llegar a sostener una población de 30 millones de habitantes, que vivía en cientos de ciudades, donde floreció la educación. La capital, Córdoba, era la ciudad más grande en el oeste, con 130.000 casas tras sus murallas, 3.000 mezquitas y 28 suburbios.

Con las mismas tecnologías, y aplicando las mismas políticas fiscales y de crédito que introdujo el califato de Bagdad en Iraq, Andalucía erigió un sector agrícola avanzado. La legislación islámica no reconocía la primogenitura, pero favorecía la agricultura familiar, lo que facilitaba la distribución de la tierra a toda la descendencia. Los agricultores que aprovecharon las técnicas de irrigación, que se financiaban con las contribuciones, pagaban sólo 5% de su producción en impuestos, en vez del 10%. Los diques, canales de irrigación y las bombas de agua contribuyeron a elevar los niveles de productividad, que por siglos aventajaron por mucho a los del norte de Europa. La industria textil, que empleaba a 13.000 trabajadores, producía algodón, lino, lana y seda. Se equipó a los molinos textiles, tanto del estado como los privados, con avanzados husos y telares horizontales.

En el siglo 9, los cronistas hablaban maravillas de las ciudades de Andalucía: "uno canta elogios a la dorada seda enhebrada de Almería, de Málaga y de Murcia, cuya perfecta calidad despierta la delicia incluso de observadores orientales. En Abadilla producen esas alfombras tan preciadas en Oriente. Granada ofrece vestidos de seda gloriosamente coloridos, del tipo conocido como `terciopelo reluciente'. Murcia produce maravillosas camas con incrustaciones, telas prodigiosas, mercancías de metal, como tijeras y cuchillos chapados en oro. . . que llegan al norte de África como artículos comunes de exportación. De Murcia, Almería y Málaga provienen el valioso cristal y la porcelana de oro. Al-Ándalus domina también la producción de varias clases de mosaicos".


Una de las puertas exteriores de la Gran Mezquita de Córdoba,
construida entre 786 y 787 d.C. por Abd al-Rahmán

La educación en el islam

Pero la maravilla más grande fue el desarrollo del conocimiento. Ninguna de las riquezas de Andalucía en la industria y el comercio hubiese sido posible sin una política de Estado conciente que promoviera la ciencia como la fuerza motriz del progreso tecnológico y económico general. Al igual que la política de los abasidas en Bagdad, los gobernantes andaluces promovían la educación y favorecían las artes como una forma de elevar el nivel cultural de la población. Abd al-Rahmán I comenzó la construcción de la Gran Mezquita en el año 785, una obra pública inmenso que estableció el centro religioso y educativo de la capital, mismo que ampliaron sus sucesores.

Desde los tiempos de Mahoma, la mezquita funcionó como la "institución educativa islámica por excelencia". Mahoma era, sobre todo, un maestro, que reunió a sus seguidores en un círculo, el halqah, para hablarles de la nueva fe. En el segundo y tercer siglo después de Mahoma, en tanto la mezquita prosperaba como escuela, se crearon otras instituciones educativas: el kuttab, para la educación elemental en la lectura, la escritura, la aritmética y el Corán, así como también algo de poesía y proverbios. Se le dio mucha importancia a la capacidad de memorización.

En los siglos 9 y 10, las mezquitas escuelas evolucionaron en universidades, las primeras de Europa, que prosperaron en cada ciudad, atrayendo como imanes a judíos, cristianos, y a eruditos y estudiantes musulmanes de todas partes del mundo. También había academias independientes de las mezquitas, las más famosas de las cuales eran la Casa de la Sabiduría (Nûr al Hikmah) y la Casa de la Ciencia (Nûr al-'Ilm), que eran bibliotecas, centros de traducción y observatorios astronómicos.

Al Hakam II extendió la educación al humilde, al construir en Córdoba 27 escuelas elementales para niños de familias pobres, e "impartir educación gratuita". Un cronista cuenta que, nada más en Córdoba, había 800 escuelas. Además, también se construyó un gran orfanatorio, como en muchas otras ciudades. Así, "la mayoría de los musulmanes podía leer y escribir".

El propio Al Hakam era un erudito, que había leído muchos de los 400.000 libros de su famosa biblioteca, como señalan sus escritos. Incluso había libros que se escribían en Persia y Siria, que publicaban primero en Andalucía. La ciudad producía 60.000 libros anuales, gracias al uso del papel, un invento que los árabes tomaron de los chinos y que desarrollaron en fábricas en cada ciudad importante.


Colofón de un libro de la biblioteca de al-Hakam II
(Córdoba, 970)

El milagro árabe'

El norte de Europa contemplaba con admiración, y no sin un tinte de sospecha, la maravilla de al-Ándalus, preguntándose cuál podría ser el secreto tras el esplendor de la España árabe. Aunque algunos conjeturaban que lo que se enseñaba en las academias de Toledo era magia, la verdad es que la España islámica fue una cultura humanista fundada en un descubrimiento científico crucial: la lengua árabe.

Mahoma, a quien los musulmanes consideran el último profeta de una serie que empieza con Abraham, era un iletrado que recibió la revelación del libro sagrado del Corán, por mandato de Dios: "¡Lee! ¡Recita!" El milagro que dio a luz a la nueva religión era, por tanto, el milagro del lenguaje, cuya revelación a Mahoma era un eco del acto por el cuál Dios le dio el don del habla al primer hombre, Adán. No era el idioma en general, sino el idioma árabe, basado en el que hablaba el clan Quayrash en Arabia, pero elevado por la poesía del Corán a una lengua culta.

Los musulmanes consideran al propio Corán lo que podría llamarse un experimento único; aunque la validez de las ideas que contiene es un artículo de fe y es susceptible de comprobación rigurosa por la razón, una prueba de su validez que a menudo se cita, se encuentra en la propia forma en que se escribió. Así, para los musulmanes, el texto poético es una prueba científica.


Corán marroquí, códice escurialense

El método sistemático en la formación de palabras fue fundamental para los esfuerzos monumentales de traducción que iniciaran los abasidas en Bagdad, y que continuara por todo el mundo árabe, sobre todo en Córdoba y Toledo, en España. Para interpretar las ideas expresadas en la filosofía y la ciencia griegas, debieron acuñarse nuevos términos árabes, y, por este proceso, el idioma se convirtió en un vehículo de expresión extraordinariamente flexible. El califa Harun al-Rasid de Bagdad, quien encarnó la muy citada máxima musulmán, "busca el conocimiento, aunque esté en China", le concedió la mayor prioridad a las traducciones árabes, y mandó emisarios a Bizancio y a otras partes del mundo a buscar manuscritos antiguos para traducirlos al árabe. Bajo el califa al-Ma'mum (813–833), el trabajo de traducción en la Casa de la Sabiduría, un complejo que se convirtió en centro de traducción, academia, observatorio astronómico y en una de las bibliotecas más ricas del mundo, se transformó en una actividad altamente organizada. El cristiano nestoriano Hunain Ibn Ishaq (809–877), quien introdujo el método de traducción conceptual en vez del literal, dirigía un equipo de 90 traductores. La España musulmana, donde se multiplicaron instituciones parecidas a la Casa de la Sabiduría en Córdoba y Sevilla, emprendió un esfuerzo de la misma magnitud.[FIGURE 4]

Ibn 'Abd Rabbihi escribió en el siglo 10, que el conocimiento y su propagación por medio de la educación, son "los pilares sobre los que descansa el eje de la religión y el mundo, y distinguen al hombre de la bestia, y a la criatura racional de la irracional".

Los príncipes cristianos y la cultura árabe

Hubo dos cortes de príncipes cristianos ejemplo del rico diálogo que resultó con la España islámica: la de Alfonso el Sabio de España y la de Federico II Hohenstauffen de Palermo. En la Andalucía del siglo 9, el árabe era el idioma universal, aun entre los cristianos. Así, cuando las fuerzas cristianas tomaron Toledo en 1085, la cultura siguió siendo árabe. Los reyes de Castilla y Aragón se casaron con mujeres árabes; entre ellos Alfonso IV, Alfonso VII, y Alfonso el Sabio (1226–1288). Las obras árabes se tradujeron rápidamente al latín en las escuelas de traducción, y no sólo los clásicos griegos, sino también el Corán. Bajo Alfonso, se hicieron traducciones en lengua romana y francés, así como latín. Alfonso estableció una escuela donde el filósofo árabe Muhamed al Riquti educaba a árabes, cristianos y judíos por igual. También fundó una "escuela general de árabe y latín" en Sevilla, donde cristianos y musulmanes enseñaban ciencia y filosofía. Alfonso comisionó a navegantes y astrónomos árabes para que trabajaran con él en las "Tablas alfonsíes", y fue autor de la "Crónica general de España". Su Cantigas de santa María también muestra la fuerte influencia árabe.

Entonces, estaba Hohenstaufen en Sicilia, una cultura árabe cristiana. Desde la conquista de los normandos en 1091, hasta el reinado del Hohenstaufen, todo se asimiló de los gobernantes musulmanes previos, desde el idioma, la arquitectura, la música, la poesía y la ciencia, hasta los hábitos en el vestido. Rogelio de Sicilia introdujo, por los 1140, leyes estrictas para certificar a los médicos conforme los lineamientos de Bagdad. Federico II (1215–1250), cuya lengua natal era el árabe, trajo científicos de Bagdad a su corte, junto con músicos y poetas. Tanto a Federico como a Rogelio II (1101–1154) se les conoció como los "sultanes bautizados de Sicilia". Su "cruzada" a Jerusalén ofendió al Papado, porque en vez de emprender una guerra para recuperar los territorios, Federico negoció con los musulmanes y dedicó su tiempo a discusiones filosóficas con sus intelectuales. En 1224, fundó la Universidad de Nápoles, siguiendo el modelo de los centros de estudio andaluces. Gracias a un permiso real, la universidad ofrecía un programa en estudios orientales, el cuál aprovechó Tomás de Aquino, entre otros.

Así, las joyas de la cultura árabe fueron admiradas y pulidas en Toledo, Sevilla y Palermo, para transmitirse a aquellos que sentarían la base del Renacimiento florentino. Las dos influencias más significativas en este proceso fueron Ramón Llull y Dante Alighieri. Ambos rechazaban el islam, pero asimilaron la cultura árabe que lo había engendrado.

La deuda de Dante con el islam

Sin embargo, el logro más grande a este respecto fue el de Dante, que fue resultado directo del trabajo de Sevilla y Palermo. En De vulgari eloquentia, su obra medular sobre las lenguas vernáculas, Dante lamentó el hecho de que hubiera otras lenguas superiores al italiano; aunque no las identifica, las únicas otras lenguas en Europa eran el hebreo y el árabe, que estaba mucho más generalizado. De hecho, Dante identificó a los poetas españoles y a los trovadores provinciales, sus parientes literarios, que se formaron en los modelos poéticos árabes, como los mensajeros de una nueva poesía e idioma. El maestro de Dante, Brunetto Latini, como se relata en la Divina Comedia, fue el embajador florentino a la corte de Alfonso, y ahí, después de pasar un tiempo en su rica biblioteca, llena de obras árabes, compuso el El tesoro, una obra que, para Dante, representaba la síntesis del conocimiento científico.

¿Cuál era la relación de Dante con el Islam? El vilipendiado sacerdote cristiano español Asín Palacios, escribió un trabajo extraordinario en los primeros años del siglo pasado acerca de la influencia del Islam —mediada por la Andalucía morisca— sobre Dante. Palacios demostró que el leit motif de la Comedia, la ascensión del hombre (Dante el peregrino) al paraíso, nace de un episodio en la vida de Mahoma, apenas descrito en el Corán, que fue el tema de varios poemas árabes.

Lo importante de la relación de Dante con el islam no son los "motivos literarios" o las "influencias", sino cómo el poeta aborda la cultura árabe islámica con un enfoque parecido al de Llull —cuyos trabajos Dante conocía—, pero más cultivado.

Uno debe ver la Comedia como un diálogo en el que Dante le responde al islam. Si uno piensa hasta dónde la cultura árabe musulmana penetró en la Europa del siglo 13, cuando Dante escribió la Comedia, uno ve que lo hizo de manera consciente como una respuesta —ya de forma negativa, en la reyerta en torno al averroísmo en París, ora positiva, en los logros envidiables de Andalucía y Palermo—, por así decirlo, al islam. Ahí estaba una cultura, una cultura musulmana que había alcanzado una excelencia social y cultural extraordinaria en España y el sur de Italia, y que cobró forma por una perspectiva religiosa del mundo que le transmitiera el Corán, un poema en el árabe vernáculo accesible para la mayoría de los musulmanes, quienes de hecho lo memorizaban. Dante, en su De vulgari eloquentia, declara su intención de escribir una obra poética cumbre, para forjar un vernáculo italiano que constituya la base epistemológica, moral y religiosa de un Estado nacional italiano. ¿Qué mejor medio, entonces, que "citar" un motivo del Corán y transformarlo en la ascensión del peregrino cristiano Dante al paraíso? Así es como Dante demuestra su noción de la superioridad de la perspectiva cristiana del mundo, en términos comprensibles para aquellos formados en una cultura árabe hegemónica.

El tema central de la Comedia es la Trinidad, el concepto que separa al cristianismo del islam. El poema entero, no sólo es trinitario en su forma, sino que el proceso por el cual el peregrino Dante —y así, el lector— progresa desde los parámetros morales e intelectuales del infierno, a través del purgatorio, hacia el paraíso, es la "prueba" de la Trinidad. Es por medio del proceso de autoperfección del peregrino Dante, de su progresiva comprensión de las leyes del universo de Dios, que se gana el acceso al reino de la ciencia, que es el paraíso. El paraíso terrenal (que puede verse como el paraíso del Corán) aparece como una quimera al final del libro del purgatorio y, en oposición polémica a esto, el verdadero paraíso se descubre como el progreso de la mente individual en la comprensión de las leyes del universo de Dios, como ciencia.

El Concilio de Florencia

El poema de Dante fue la influencia más importante sobre el Renacimiento, antes de la convocatoria del cardenal Nicolás de Cusa para el Concilio de Florencia (1438). Incluso en el Concilio, que se realizó en la iglesia de Santa María del Fiore, la pintura que representa la Comedia estaba en una pared para que todos la vieran. Es significativo cómo su poema ofreció el vehículo poético para que la población italiana, no sólo se instruyera, sino se educara en los conceptos fundamentales del cristianismo. No debe pasarse por alto que en la época de Dante la Biblia no estaba al alcance de la población en general; mas la Comedia se convirtió en el texto que se recitaba y comentaba en las iglesias de la Florencia de los siglos 14 y 15, de modo sorprendentemente parecido a la forma en que, al mismo tiempo, el Corán se recitó y comentó entre los musulmanes en otras partes de Europa. La Comedia era el libro de cabecera de Filippo Brunelleschi. Leonardo da Vinci la conocía perfectamente. La Comedia de Dante encarnó y transmitió toda la ciencia árabe, fuera de forma directa o por medio de la obra de arabistas cristianos como Roger Bacon y otros, en la física, la poesía, y la música.

Así, el proceso que se derivó de Llull y Dante en el Renacimiento del siglo 15, bien puede considerarse como un gran diálogo, una "gran fuga", en donde el tema de la relación entre Dios y el hombre lo desarrollan, contrapuntísticamente, los platónicos de la herencia islámica europea y sus interlocutores cristianos humanistas. Ese debe ser el espíritu del diálogo ecuménico hoy día.




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